miércoles, junio 07, 2006

Las codornices del tío Desiderio

El tío Desiderio solía llegar a la casa con un buen manojo de codornices. Eso me lo cuenta la abuela Josefa, a sus 88 años de insultante memoria. El tío Desiderio era, en realidad, su cuñado: el marido de su hermana mayor, la tía Rosario, que nació en el año uno. Pero ella lo llama "tío" por esa curiosa (y supongo que universal) costumbre de las abuelas de nombrar según los nietos. Y debía de ser por los años treinta cuando el tío Desiderio, que era un gran cazador, llegaba a la casa cargado de codornices. La abuela se acuerda bien.
El tío Desiderio cazaba en los mismos campos que me ando y me desando desde hace más de veinte años, primero de morralero y después con la escopeta al hombro. Y en todo este tiempo, nunca, jamás, he visto arrancarse una codorniz. Salvaje, por supuesto.
Algunos van contando por el bar que en no sé qué sembrado, el año pasado cobraron no sé cuántas codornices. Pero no sé yo qué pensar, porque nunca las veo...
¿Dónde se fueron aquellas codornices de los tiempos del tío Desiderio? Me pregunto cómo ha podido cambiar tanto el campo en tan poco tiempo. Y me preocupa pensar que quizá, sin darnos cuenta, estemos haciendo lo mismo, poco a poco, sin corregir nuestros errores.
O nos tomamos en serio la conservación de las especies de caza o mucho me temo que, dentro de 70 años, se recordarán con añoranza aquellas viejas perdices del tío Sebastián.

sábado, junio 03, 2006

¿Y el poder?

Muchos cazadores. Mucho dinero. Mucha afición. Del orden de 800.000 aficionados en España es una cifra más que respetable. Una aportación al PIB de en torno a 3.000 millones de euros al año es mucho, mucho dinero. Y pasión. Eso que tanto se busca afianzar en las líneas de perros de caza está perfectamente asentado está en la genética del cazador, que es por definición un apasionado de este deporte. Son los ingredientes básicos para el poder. Y todo esto lo tenemos ya los cazadores.
A nadie escapa que con socios, dinero y afición se puede alcanzar una cuota de poder interesante en los ámbitos de decisión. A las grandes empresas les basta con tener dinero y muchos empleados para ser un poder fáctico. Y eso que les falta la afición al trabajo. Los grandes clubes de fútbol explotan al máximo estas tres cualidades para ejercer su poder. La misma Iglesia. En ciertos ámbitos geográficos, también las hermandades, los clubes sociales... las organizaciones ecologistas.
Da la impresión de que los cazadores no disfrutan en España de la influencia que, en teoría, les correspondería por número y por capacidad de generar negocio, a pesar de ser un colectivo muy apasionado en la defensa de su actividad. Y quizá sea cierto. La falta de poder se debe a falta de organización.
La Federación Española de Caza, que puede representar a una mayoría pero no a todo el colectivo, ejerce esa influencia de manera intermitente y sólo aparece en momentos críticos. Los cazadores españoles carecen de representantes que ejerzan esa influencia que necesita la caza, principalmente, para despojarla de una vez por todas de esa imagen aniquiladora del medio ambiente. Y, llegado el caso, para ser oídos donde se toman las decisiones.